La agricultura ucraniana se enfrenta a numerosos desafíos debido a problemas logísticos, a la ocupación y al minado de gran parte del territorio, pero sigue estando entre los líderes mundiales casi un año después de la invasión rusa.
Las consecuencias a gran escala de la guerra sobre la agricultura han sido hondas y probablemente durarán varios años, dice a EFE Pavlo Koval, director de la Confederación Agrícola Ucraniana. El estallido de la guerra ha “cortado las alas” de la industria que se había desarrollado rápidamente en los últimos cinco a siete años, con un récord de 106 millones de toneladas recolectadas en 2021.
Un año después, casi el 20% de la tierra agrícola está bajo ocupación rusa, necesita desminado o recultivo por los daños sufridos.
“Algunas de las zonas agrícolas más desarrolladas son las que más han sufrido, como el norte de la región de Lugansk o la de Zaporiyia, donde se localiza la mayor producción de trigo de invierno”, afirma Koval.
La cosecha se ha convertido en algo peligroso y hay numerosos casos de equipamiento agrícola destruido por las minas desplegadas en los campos. Miles de especialista agrícolas se han alistado en el Ejército.
Las estimaciones sobre los daños directos físicos al sector varían mucho, entre los US$9,000 y los US$40,000 millones (entre unos €8,500 y €38,000 millones), mientras que las pérdidas por beneficios y mercados perdidos son difíciles de cuantificar.
Según Koval, los agricultores ucranianos se han encontrado bajo la doble presión de la caída de los precios de su producción en el mercado interno y la subida rápida de los insumos que necesitan para continuar produciendo.
“Por ejemplo, una tonelada de fertilizante de urea cuesta ahora 32,000 grivnias (unos €825), lo que resulta prohibitivo para muchos agricultores. Esto significa que la productividad del suelo va a caer a medio plazo”.
Los agricultores se enfrentan además a decisiones drásticas en relación a qué cultivos cambiar, dependiendo de la estabilidad de los precios y la logística. Queda en los campos cerca del 30% del maíz porque no tiene sentido económico recolectarlo, mientras que la soja puede que se convierta en un cultivo más popular entre los granjeros.
Los costos logísticos han aumentado dramáticamente, en algunos casos hasta cinco y seis veces, ya que, por ejemplo, el de entregar una tonelada desde el centro de Ucrania hasta el puerto rumano de Constanza ha subido de US$30 a US$180.
Se ha intentado facilitar la exportación a través de puertos en el Danubio, donde se ha alcanzado un ritmo de 2.5 millones de toneladas mensuales, y por la frontera occidental de la Unión Europea. Sin embargo, los puertos del Mar Negro siguen siendo la principal ruta exportadora de Ucrania.
“Se ha exportado 16.5 millones de productos agrícolas por la iniciativa de exportación de grano amparada por las Naciones Unidas, mientras que, por ejemplo tres puertos polacos solo pueden dar salida anualmente a 8 millones de toneladas”, explica Koval.
“Los agricultores están mentalmente preparados para tomar decisiones rápidas en semejantes condiciones”, asegura Koval, quien alaba su trabajo y subraya la necesidad de que haya un liderazgo estratégico por parte del estado.
Este experto destaca además que el sector sigue desempeñando un papel social clave, ya que la mayoría de los productores han podido pagar sus alquileres a los propietarios de las tierras, muchos de los cuales residen en el campo.
A pesar del golpe sufrido, Ucrania mantiene su posición entre las potencias agrícolas mundiales. Por ejemplo, con más de 20 millones de toneladas de trigo recolectadas en 2022, ocupa actualmente la novena posición en la clasificación de los mayores productores, por delante de Argentina y Turquía.
“Mientras que la prioridad de Ucrania es garantizar que su población pueda permitirse comprar suficiente alimento, su papel como la “cesta del pan” es también muy importante para millones en todo el mundo que dependen del suministro constante de alimentos desde Ucrania”, dice Koval convencido.
Destaca en sus declaraciones a EFE que Ucrania aprecia la ayuda recibida desde todo el mundo, España incluida, adonde llegaron los primeros buques con grano ucraniano en su camino hacia África después de que se reanudaron las exportaciones durante la actual invasión rusa.
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